Los primeros españoles que llegaron al sur de Chile debieron enfrentarse a los toquis, hombres que asumían el mando en tiempos de guerra. Según su color y tamaño, estos artefactos de piedra pulida o toquicuras reflejaban el grado de autoridad de quienes los poseían. Cuando un toqui enviaba su toquicura cubierto de sangre a los demás jefes, ellos recibían la señal: debían prepararse para enfrentar al enemigo. Colgados del cuello de los caciques, estos pendientes constituyeron símbolos de poder y unión entre los pueblos mapuches.